sábado, 26 de septiembre de 2015

Banco Mundial: propuestas para una transición a la descarbonización de la economía.

 A medida que el noviembre parisino se aproxima, y la Conferencia de Partes (COP) del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), conocida como COP 21, se vuelve una realidad tangible, el Cambio Climático acapara la atención pública y  se instala en la centralidad de las agendas políticas.
Obviamente, como todo tema que se politiza, máxime en la arena propia de los intereses nacionales, regionales y de bloques, o sea en la escena de la política internacional,  los objetivos perseguidos para enfrentar el fenómeno son variados, difusos, contradictorios, ofreciendo un espectáculo bien parecido a la vidriera de los cambalaches, usando la imagen del argentino Discépolo:  líderes que presencian el hundimiento sus naciones insulares en las profundidades oceánicas;  los que padecen, en sus propios pueblos, desplazamientos forzados y entrevén para ellos y sus hijos un ambiguo pero siempre doloroso futuro de campamentos de refugiados; los que hacen sinceros esfuerzos de conversión de sus matrices energéticas y los que viven del petróleo y "están fuera de la ley".
Para el movimiento ambientalista universal, para las mujeres y los hombres de buena voluntad comprometidos con la salud de la "Casa Común" y para quienes desde el Derecho Ambiental servimos causas de la Humanidad, del Planeta y de la VIDA, el objetivo es siempre el mismo, sin referencia alguna a estrategias nacionales o globales de poderes políticos: "lograr (…) la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera aun nivel que impida interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático". Y para ello se prioriza alcanzar un Acuerdo Multilateral vinculante, ambicioso y efectivo.
Si, como se espeta de la boca para afuera de todo el que habla por estos días, parece que hay un amplio consenso sobre la cuestión diagnóstica, sobre la  problemática, el foco debería estar desplazándose hacia  la solucionática, para emplear un distingo  que oí alguna vez a Don Patricio Aylwin.
En este camino propositivo se han dicho cosas importantes por algunos líderes en estas horas en la Naciones Unidas. Sin duda por el Papa. También el Rey Felipe de España al cuestionar el actual modelo de desarrollo, reclamando, en una rectificación, una transición, en cuyo contexto reclamó, la "globalización de la solidaridad", centrando la respuesta allí dónde debe centrarse: en la Ética y en los Derechos Humanos; la cuestión financiera debe ser un  derivado.
En una perspectiva más pragmática, ha trascendido un trabajo del Banco Mundial (titulado en español : Desarrollo de la Descarbonización. Tres pasos hacia el Futuro Libre de Carbono y que se encuentra en http://www.worldbank.org/content/dam/Worldbank/document/Climate/dd/decarbonizing-development-report.pdf ) que apunta a enfocar, precisamente, el tema clave de la transición que necesariamente tendrá  que emprender la civilización, si se acuerda un camino de salvación posible. 
La finalidad de la política transicional no puede ser otra, para el Banco Mundial, que  el mantenimiento del aumento de la temperatura planetaria o mundial por debajo de los 2° C (tal como surge del Acuerdo de Copenhague de 2009, http://unfccc.int/resource/docs/2009/cop15/spa/11a01s.pdf), lo que seguramente requiere una gigantesca transformación en la matriz energética del orbe. El Banco Mundial traza "tres pasos" para acometer la transición hacia un futuro de cero carbono.
Como es usual en los documentos del organismo mundial, se ofrece al liderazgo gubernamental, una guía de políticas, con la profusión correspondiente de ejemplos y buenas prácticas, que suponen un marco doctrinario y lógico para la implementación nacional y local de medidas para el cambio en la ruta de la descarbonización de la economía.
Las soluciones existen y son, todavía hoy, costeables, sustentables, se afirma. Pero de inmediato se agrega que, de acuerdo a los informes y estudios del IPCC ( Intergovernmental Panel on Climate Change) con solamente dilatar la toma de las decisiones imprescindibles en unos 15 años, o sea, no actuar hasta el 2030 incrementará los costos en un 50%.
Desde que se trata de un desafío o riesgo global derivado de opciones en la asignación de recursos, en el campo de la producción, distribución y consumo de bienes y servicios en el contexto del estilo civilizatorio dominante, la respuesta de cambio no ocurrirá como un automatismo. Será un resultado construido por decisiones. Los tres pasos propuestos por el Banco Mundial son, pues, consejos para conducir el proceso económico global desde el sector político, y ayudan a visualizar que el texto del esperado acuerdo de París, como toda norma de Derecho Ambiental, debe asumirse como expresión de una buena política ambiental, centrada parejamente en  las dimensiones de mitigación y adaptación, ordenada desde y hacia la previsión estratégica del futuro en vez de "hitos de corto plazo", o sea, planificando en su horizonte temporal (año 2100)  la reducción a 0 de las emisiones de gases de efecto invernadero; poniéndole precio al carbono como parte de un amplio conjunto de medidas que derive inversiones hacia emprendimientos de bajo contenido de carbono, articulando incentivos hacia tecnologías limpias y hacia fuentes renovables, con el poderoso instrumento de las políticas fiscales y tributarias que deberán ser coordinadas universalmente para evitar asimetrías perversas; y, gestionar la transición, suavizando los inevitables efectos que la construcción de un mundo sano conlleva en términos de reajustes civilizatorios. Y es aquí donde mensajes como globalizar la solidaridad o construir la civilización del amor, vienen en auxilio de las políticas públicas: proteger al vulnerable  (acompañamiento proactivo de los "viejos" vulnerables y de los "nuevos" que puedan surgir del desarmado de las agresivas políticas de polución atmosférica, incluidas los subsidios al petróleo y derivados) debe ser parte del manejo transicional.

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